Expedientes ALFA - OMEGA

Misterio e intriga de principio a fin... curiosidades, hechos bizarros e increibles, lo "paranormal": todo lo diferente a la cotidianeidad tiene lugar en esta bitacora de fenomenos e interrogantes de dificil respuesta... porque ¡aún no hemos perdido la capacidad de asombro!

domingo, febrero 08, 2004

Hoy recordaremos al Cronopio Mayor.

"...LITERATURA: 20 AÑOS DE LA MUERTE DE CORTAZAR

Todos los juegos, el juego

El próximo jueves se cumplen 20 años de la muerte de Julio Cortázar, una buena excusa para rescatar su figura y el poder de una escritura que, más allá de ciertos reparos, resulta insoslayable en las letras latinoamericanas. De esa originalidad y esa vigencia se habla en este informe.

JORGE AULICINO. .

A fines de 1983, el escritor Julio Cortázar volvió por última vez a la Argentina. Tenía diagnosticada una leucemia. Moriría unos meses después, el 12 de febrero de 1984, hace 20 años. En el país se vivía una situación de alborozo por la caída de una dictadura militar y el ascenso al gobierno de un líder renovador surgido de un partido tradicional. Se criticó en sordina que Cortázar no fuera agasajado oficialmente por el gobierno de Alfonsín. No viene al caso reflotar esa discusión ahora. Lo cierto es que Cortázar no tuvo recepción oficial. Sin embargo, desde aquellos años, y hasta hoy, sus cuentos son material de lectura en los colegios. Esta canonización del escritor de izquierda corre paralela a la valoración desdeñosa de una parte de la crítica y ciertos colegas. Que no mella a su vez el soberbio capítulo que Cortázar escribió en la historia de la literatura argentina.

Pese a su polémica relación con la "revolución latinoamericana", Cortázar resulta aún un escritor demasiado oficialista respecto de esa revolución marchita, o bien demasiado glamoroso. Por otra parte, quienes piensan que los escritores dan el tono y el nervio a la historia, y en consecuencia eligen cuáles de ellos los dan mejor, tienen razón en ignorar a Cortázar. Si Cortázar tocó alguna cuerda que resonara en la historia, no era la cuerda que la mayor parte de los sociólogos de la literatura hubiesen querido que tocara ya que a lo largo de los años, se mantuvo puro en su juego. Escribía con enorme facilidad. Escribía para gozar. Extremó el juego hasta la intrascendencia, pero fue sobre todo un escritor que había decidido que su oficio podía confundir a la muerte.

Las trampas del tiempo

Acabo de caer en una jugarreta de Cortázar. Las suyas pueden adivinarse a veces, pero otras veces hacen sentir que el suelo se ablanda bajo los pies y que todo lo material se vuelve bastante relativo. Escuché una grabación de Cortázar, hecha en algún invierno en París, hace mucho. En el fragmento que escuché, Cortázar dice que retoma la grabación después de un resfrío que lo tuvo congestionado durante cinco días. Imagina al oyente, que bien pudo haberse ocupado de muchas cosas entre el momento en que comenzó a escuchar el disco y el momento en que a su vez lo retoma. Cortázar sugiere que bien puede ser verano en el momento en que el oyente vuelve al disco. Dice que quizá esté en mangas de camisa y tenga las ventanas abiertas, mientras que él se ha puesto un suéter amarillo, porque allá es invierno y nevó durante la noche (mientras escuchaba esto, tenía las ventanas abiertas y estaba en mangas de camisa). Y antes de que diga lo que va a decir, uno lo percibe; y percibe cómo eran de sustanciales para él estos juegos y trampas del tiempo. Porque uno siente la violenta, y a la vez extraña cercanía, la presencia material de alguien (¿Cortázar? ¿un fantasma?) antes de que esa voz diga: "Todo se da en este momento que todavía no existe para mí, mientras usted escucha estas palabras que yo grabé en el pasado, en un tiempo que para mí ahora es el futuro". Ese hombre no puede ser otro que el que escribió La noche boca arriba, un cuento imborrable.

El oráculo Borges

Jorge Luis Borges recordó una tarde de 1947 en que un muchacho se acercó "con el previsible manuscrito" a la redacción de la revista "Anales", de la que Borges era secretario de redacción. Aquel muchacho tenía 33 años y era casi un desconocido. Borges publicó el cuento. Era Casa tomada. El texto formaría parte de Bestiario (1951), su primer libro de cuentos. Aunque el libro fue ignorado, así principiaba a hablar. Habla también esa escena en que un escritor ya ciego recibe de un muchacho presumiblemente callado un cuento donde se narra una invasión fantasmagórica a una vieja casa en la que viven dos hermanos solterones. La presencia pálida de Cortázar seguramente se le hizo evidente a Borges aunque su vista fallara (sólo le permitió percibir la figura de "un muchacho muy alto"). Cortázar se le hizo evidente por esa no evidencia suya, así como los enigmáticos invasores de Casa tomada se manifiestan sólo por un ruido sordo, un murmullo. El cuento es borgeano, para qué negarlo, pero insiste en detalles muy concretos y cotidianos, que hacen más perverso el misterio. Cortázar insistiría por esa vía y Borges le reconocería el mérito, en un comentario sobre Cartas de mamá publicado en 1983, en el que comienza recordando aquella tarde en la revista "Anales". "Una historia fantástica debe admitir sólo un hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente —escribe Borges—. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo 19, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una noches. En Cartas de Mamá lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones de subtes. El prodigio requiere esos pormenores."

El joven Florencio

Nacido en Bruselas, hijo de un funcionario del consulado argentino, traído a la Argentina a los cuatro años, Cortázar fue Julio Denis cuando comenzó a publicar en revistas de los años 40. Fue en esos años maestro en ciudades bonaerenses y profesor de literatura francesa en Mendoza. Dejó la docencia oficial porque era un declarado antiperonista. El profesor José Luis Trenti Rocamora se tomó el trabajo de rastrear la bibliografía de Cortázar y encontró que su primer trabajo literario lo firmó con su nombre verdadero presentado de esta forma: J. Florencio Cortázar. Se trata del poema Bruma aparecido en la revista "Addenda", del Centro de Estudiantes de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, en la que se recibió como Profesor Normal en Letras ese año, 1935. Este rastreo sólo parecería revelar las vacilaciones de autor de Cortázar. Cuando asume su apellido, publica su primer libro contundente. Desde entonces cultiva la fantasía y el rigor. Trabaja el cuento como una estructura más o menos digresiva, pero en la que un hecho inesperado o extraño comienza a manejar el asunto según su lógica. En los libros Final de juego (1956) y Las armas secretas (1959) se encuentran algunas de las gemas de su obra: La noche boca arriba, Continuidad de los parques, Las babas del diablo.

En 1951 se va a París, como traductor de la UNESCO. Ya había comenzado a mostrar aquel aspecto lúdico de su literatura, que extremaría en varias ocasiones y que no sería bien recibido en las trincheras adustas de la izquierda en los dramáticos sesenta/setenta argentinos (Historias de Cronopios y de Famas, 1962). Cuando estalló el boom de la literatura latinoamericana, con la publicación de Cien años de soledad, de García Márquez (1967), fue inútil la premura de algunos críticos por incluirlo en el boom. Porque el tal boom había dejado de ser un fenómeno editorial para convertirse en una escuela literaria, casi en un culto, cuyos oficiantes principales eran quienes presuntamente narraban un continente en el que campeaban, de la mano, la injusticia y las maravillas. Cortázar, pro cubano, no integraba ese orbe, por porteño y francófilo. Y había algo más, Dios nos salve: en 1963 había publicado Rayuela, una novela que creó fans que se empeñaban en parecerse a sus personajes, más cerca del hippismo, si se quiere, o de la algarada estudiantil surrealista que se produciría en 1968, en París, o simplemente de la bohemia intelectual parisina de los cincuenta, que de (caramba) este continente atroz, prodigioso e insurgente. La novela, que puede leerse según dos formas distintas de ordenar los capítulos, es la historia de un argentino en París, de su sueño de un "kibbutz del amor", amasado en un desasosiego digamos existencial, y de su relación con dos mujeres. La primera, La Maga, es libre y azarosa. Causó estupor la estructura caprichosa, y legiones de imitadoras, La Maga.

Pero veamos lo que escribía en 1959, en la referencial revista "El grillo de papel", el escritor Abelardo Castillo. "Sin (el cuento) El Perseguidor, Las Armas Secretas hubiera sido un nuevo libro de Julio Cortázar, uno de los mejores cuentistas argentinos —un gran cuentista que urde malicioso, exacto a veces, el mecanismo del misterio o la sorpresa—; con El Perseguidor el libró adquiere una dimensión repentinamente humana. Podemos aplicar a Cortázar un juicio que él mismo ha escrito: es culpable de literatura, nada le gusta más que imaginar excepciones, individuos fuera de la especie, monstruos no siempre repugnantes. Es cierto. Pero a veces también es culpable de humanidad. En "El Perseguidor" esta culpa alcanza su expresión más bella."

Vano intento el de Castillo. El perseguidor, basado, se supone, en la figura del saxofonista Charlie Parker, es un relato en el que el protagonista es un hombre, las razones de un hombre para vivir de una forma o de otra su existencia. Pero, ¿cómo decirlo?, sucede en París, y el personaje es un músico de jazz... Cortázar también diría que con ese cuento por primera vez se acercó a la condición humana. No necesitaba apelar a este argumento para mitigar su figura de converso. Tales argumentos se asocian a los de aquellos críticos del "campo socialista" que, para convencer a los custodios del realismo soviético de que Dostoviesky no debía ser censurado en su patria, presentaban al estudiante Raskolnicov, asesino por supuestas razones morales, como producto de las condiciones económicas imperantes bajo el zarismo.

La izquierda era demasiado grave y Cortázar era demasiado volátil. No tuvo grandes dificultades con sus compañeros, y sin embargo dijo sus temores acerca del curso que podía seguir aquello que había comenzado en Cuba. Lo dijo con absoluta transparencia: "Libro de Manuel (1973) fue una tentativa de desquitinizar (por la quitina, sustancia a la que debe su dureza el caparazón de los artrópodos) esos proemios revolucionarios que vagamente se asomaban en la Argentina y que no llegaban a cuajar. Ese libro fue escrito cuando los grupos guerrilleros estaban en plena acción. Yo había conocido personalmente a algunos de sus protagonistas aquí en París, y me había quedado aterrado por su sentido dramático, trágico, de su acción, en donde no había el menor resquicio para que entrara ni siquiera una sonrisa, y mucho menos un rayo de sol. Me di cuenta de que esa gente, con todos sus méritos, con todo su coraje y con toda la razón que tenían de llevar adelante su acción, si llegaban a cumplirla, si llegaban al final, la revolución que de ellos iba a salir no iba a ser mi Revolución". El párrafo se lee en la charla con Omar Prego, publicada por Alfaguara en 1985.

Cortázar no tañía la cuerda que se esperaba, no. Su contribución a la literatura argentina debe verse de otra forma. Con mayores o menores méritos, según cómo se mida, su novela capital está en el orden de las epopeyas espirituales, como las que escribieron Marechal y Arlt. En el cuento encontró el mejor terreno para poner a prueba la apariencia de las cosas. Su prosa era envolvente, era fluida; a veces sobreactuaba el modo de malabarista con que arrojaba sus naipes. Le gustaba el box y había dicho que no le interesaban los boxeadores que ganan por la fuerza: "Lo que me fascinó siempre fue ver a uno de esos boxeadores enfrentado con un maestro que, simplemente con un juego negativo de esquives y de habilidad, conseguía ponerlo en condiciones de inferioridad". Esta juvenil disposición, esta habilidad provocadora frente a su oficio, fue su capital. Tenía algo de fantasmagórico, de infantil y de ausente. Jamás podría haber escrito un cuento de verdadero terror. En sus mejores momentos, que no son pocos, lo acercaba a uno al filo de una cierta irrealidad, como cuando un rostro desconocido y amable sonríe, y en la sonrisa deja entrever algo siniestro de su alma. Monstruo inofensivo de alguna casa solitaria de por aquí no más, Cortázar era ese hermano que estuvo demasiado tiempo jugando solo.


Cortázar básico

BRUSELAS 1914 PARIS 1984. ESCRITOR

Nació en Bruselas y vivió en el país desde los cuatro años. Su infancia está marcada por el temprano abandono de su padre, Banfield, los cuentos de Poe y la educación de su madre María Scott. Se recibió de Maestro Normal y enseñó en escuelas de Bolívar y Chivilcoy. En 1938, con el seudónimo de Julio Denis, publica su primer libro de poemas "Presencia". También publica artículos y cuentos en revistas como Cabalgata, Realidad y Sur. Su primer libro de cuentos, "Bestiario", se publica en 1951, el mismo año en el que recibe una beca de Francia y parte hacia ese país donde trabaja como traductor en la UNESCO. Su obra fundamental se resume en libros como "Final de juego" (1956), "Las armas secretas" (1959), "Los premios" (1960), "Historias de Cronopios y de Famas" (1962) , "Rayuela" (1963), "62/Modelo para armar" (1968), "Un tal Lucas" (1979), y "Queremos tanto a Glenda" (1980). En 1966 asume su compromiso con las luchas de liberación latinoamericanas y publica "El Libro de Manuel" (1973). Muere en 1984 y es enterrado en el cementerio de Montparnasse (París).


ME PARECE

Cortázar esencial

LILIANA HEKER ESCRITORA


Tuve la suerte de un Cortázar personal, previo al ruido y a la costumbre argentina de endiosarlo o denostarlo. Entonces él no tenía aún una cara, ni siquiera tenía una voz, esa voz tan particular que le conocimos después leyéndonos "Torito" desde un casete, y que se nos pegó tanto. Ni voz, ni cara, sólo tres libros de cuentos que bastaban para que uno identificara a Cortázar para siempre. De eso quiero hablar: del deslumbramiento, y el aprendizaje, que significó para mí leer "Las puertas del cielo" o "Casa tomada" o "Final del juego" o "El perseguidor". De la alegría supersticiosa, la primera vez que publiqué, al saber que en ese mismo número de "El grillo de papel" se estaba publicando un cuento inédito de Cortázar, esa pequeña joya que es "Continuidad de los parques". Con esos textos construí tempranamente a Cortázar, y también con la lúcida conferencia sobre el cuento que les dio a los jóvenes escritores cubanos, y con algunas páginas brillantes de "Historia de Cronopios y de famas" y con muchos capítulos inolvidables de "Rayuela", leídos antes, o a contrapelo, de la devoción violenta y multitudinaria que provocó esa novela y que le otorgó a Cortázar una cara difundida y un aura. Después vinieron discusiones, reconciliaciones, polémicas y encuentros. Y está bien todo eso, es parte del quehacer literario y de la pasión. Pero lo me queda como lectora, sigue siendo lo mismo del principio: ese Cortázar esencial que me deslumbra cada vez que vuelvo a leerlo y que ahora convive, sin conflicto, con recuerdos personales y con la cadencia de su voz, tan particular.


Escritor y compañero de aventuras

MARCOS MAYER, CRITICO

Las relaciones que se pueden mantener con un escritor son muchas. Se puede sentir cierta mezcla de intimidación y respeto ante las citas —apócrifas o no— de Borges o los arrebatos sentimentales y políticos de Sarmiento, uno puede treparse a la velocidad de César Aira, o ir acomodando la respiración a la inesperada sintaxis de Juan José Saer. Los lectores de Cortázar —que son muchos, muy constantes y devotos— lo consideran, más que un escritor, un compañero de aventuras. Claro que esto no es ajeno a su propuesta. Sus lectores no han hecho más que agarrar el guante que se les ha arrojado. Basta detenerse en algunos títulos: "Rayuela", "62 Modelo para armar", "Final de Juego", "La Vuelta al día en ochenta mundos", como para que quede claro que lo que domina gran parte de la literatura de Cortázar, sobre todo la que ha logrado sobrevivir a los textos de coyuntura, es la idea de juego. Un buen ejemplo de esto es el cuento "La noche boca arriba". La historia comienza con un motociclista que sufre un accidente en una ciudad a medias real. En sus delirios de hospital sueña con un guerrero presumiblemente azteca que trata de escapar de su destino de ser sacrificado. Todos creen que el soñador es el personaje contemporáneo pero el final revela que es exactamente al revés. La propuesta es clara, como en todo juego: "a ver quién gana". Algo parecido ocurre con los famosos capítulos prescindibles de "Rayuela" y su orden aleatorio. La muy discutida distinción entre lectores macho y hembra de la que habla en el prólogo puede interpretarse como un código de barrio: "A ver si sos macho y te bancás leerlo de una manera no convencional". También es un juego exponer las fantasías de la sexualidad adolescente en ese prodigioso cruce de voces que es "La señorita Cora". El juego tiene la ventaja de romper fronteras, una obsesión de Cortázar que también escribía para unir mundos distantes entre sí —lo americano y lo europeo, la realidad y lo fantástico, el pasado y el presente. Esa pulseada que se retoma cada vez que alguien recorre por primera vez algunos de los cuentos de "Bestiario" o textos de "Ultimo Round" es la clave bien humorada, aunque no exenta de marcas trágicas y dolorosas, con que un escritor ha construido lectores dispuestos a jugar el juego interminable de la literatura.


ASI ESCRIBE


Fragmentos de "Rayuela"

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola comi si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

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—La hora justa, casi nada pedís, pibe —dijo Oliveira, bostezando—. Pero es cierto que ya les pegamos el tiro de gracia. Con una rosa, en vez de una bala, por decirlo así. Lo que sigue es costumbre y papel carbónico, pensar que Armstrong ha ido ahora por primera vez A Buenos Aires, no te podés imaginar los miles de cretinos convencidos de que estaban escuchando algo del otro mundo, y Satchmo con más trucos que un boxeador viejo, esquivando el bulto, cansado y monetizado y sin importanle un pito lo que hace, pura rutina, mientras algunos amigos que estimo y que hace veinte años se tapaban las orejas si les ponías Mahogany, ahora pagan qué se yo cuántos mangos la platea para oír esos refritos. Claro que mi país es un puro refrito, hay que decirlo con todo cariño.

—Empezando por ti —dijo Perico—. Aquí has venido siguiendo el molde de todos tus connacionales que se largaban a París para hacer su educación sentimental. Por lo menos en España eso se aprende en un burdel y en los toros, coño.


Otras fuentes sobre Cortázar

Libros

Después de Cortázar: historia e interiorización. David Viñas, Casa de las Américas
Julio Cortázar: el escritor y sus máscaras. Mercedes Rein, Ed. Diaco.
Julio Cortázar: una búsqueda mítica. Saúl Sosnowski,Ediciones Noé
Historia personal del boom. José Donoso, Anagrama
Cinco miradas sobre Cortázar. Roberto Fernández Retamar, Tiempo contemporáneo

INTERNET

www.literatura.org/cortazar
http://sololiteratura.com/cortazarprincipal
http://www.cortazar2004.org/
http://www.geocities.com/juliocortazararg/
http://members.lycos.co.uk/mancuspias/

Tomado de: Revista Ñ, Clarín.com
 
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